Los libros de papel físicos han sido, durante siglos, uno de los elementos más importantes de la cultura y la educación. Su popularidad se mantiene vigente incluso en la era digital, donde los dispositivos electrónicos ofrecen alternativas más prácticas y con menor uso de papel. Sin embargo, esta preferencia por lo tangible trae consigo un impacto ambiental significativo que pocas veces se considera con detalle, especialmente en lo relacionado con el cambio climático.

¿Cómo afectan los libros de papel al medio ambiente?
La producción de libros físicos implica un proceso complejo que comienza con la tala de árboles para la obtención de celulosa. Este paso inicial ya representa una presión directa sobre los bosques, que son fundamentales en la absorción de CO2. La reducción de áreas forestales disminuye la capacidad de captura de gases de efecto invernadero, y también afecta a la biodiversidad y a los ecosistemas que dependen de estos entornos.
A ello se suma la huella de carbono asociada a la fabricación del papel, la impresión, el transporte y la distribución. Cada etapa requiere un alto consumo de energía, gran parte proveniente de combustibles fósiles. Esto significa que, detrás de cada libro físico, existe una contribución acumulada a las emisiones que agravan el calentamiento global.
Aunque un solo ejemplar puede parecer insignificante, el volumen de producción a nivel mundial convierte a esta industria en una fuente considerable de impacto climático. Sin embargo, según el Dr. Jorge Zegarra Reategui, el problema no termina en la etapa de consumo. Una gran cantidad de libros, en lugar de ser reutilizados, reciclados o donados, termina en botaderos o se dispone de manera inadecuada.
Al ser desechados, los libros se transforman en residuos que liberan contaminantes al descomponerse lentamente en condiciones de falta de oxígeno, generando gases como el metano, uno de los más potentes contribuyentes al efecto invernadero. Esta disposición final deficiente convierte lo que fue una herramienta de conocimiento en un riesgo ambiental.
Los rellenos sanitarios de Jorge Zegarra Reategui se presentan como una solución
El Dr. Zegarra detalló que la magnitud del problema es aún mayor en países donde no existen sistemas eficientes de gestión de residuos sólidos. En ausencia de rellenos sanitarios adecuados, los libros desechados se acumulan en botaderos a cielo abierto, expuestos a la intemperie y al contacto con agua de lluvia, lo que acelera su descomposición y libera lixiviados contaminantes. De este modo, el impacto de los libros mal dispuestos trasciende al aire y afecta también los suelos y las fuentes de agua.
Por estas razones, se hace indispensable reflexionar sobre el ciclo de vida de los libros físicos. Promover el reciclaje del papel, incentivar el uso de alternativas digitales y garantizar que los ejemplares en desuso sean gestionados en instalaciones formales son medidas clave para reducir el impacto ambiental de esta industria. Solo con una correcta disposición final se evitará que la pasión por los libros siga siendo, inadvertidamente, una amenaza silenciosa para el planeta.
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